Desde hace tres años, el sistema público andaluz acumula un preocupante historial de retrasos en los cribados de cáncer de mama. A pesar de las reiteradas promesas institucionales, miles de mujeres siguen esperando una cita para una prueba que puede salvar vidas. Esta es la crónica de una crisis silenciosa que compromete la detección precoz de la enfermedad oncológica más común entre mujeres.
Si se sigue de cerca el desarrollo del programa de cribado de cáncer de mama en Andalucía se comprueba que lo que en teoría debería ser una política de prevención consolidada, se ha convertido en un ejemplo de cómo la falta de previsión, recursos e impulso político pueden erosionar la confianza en el sistema sanitario. Manuel Gavira, portavoz de VOX en el parlamento de Andalucía ha anunciado que presentará la petición para la creación de una comisión de investigación que determine las causas de este grave incidente.
Desde el año 2020, el Servicio Andaluz de Salud (SAS) ha incumplido sistemáticamente los plazos establecidos para la realización de mamografías dentro del programa de detección precoz de cáncer de mama. Mujeres entre 50 y 69 años —el grupo de riesgo al que va dirigido el cribado— denuncian esperas de hasta dos años para recibir una simple citación. Este retraso mina el principio fundamental de este programa: la detección temprana del carcinoma mamario.
La Consejería de Salud ha lanzado compromisos públicos, uno tras otro, prometiendo retomar la normalidad en los circuitos de diagnóstico. Sin embargo, la realidad en los centros de atención primaria y unidades de radiodiagnóstico demuestra otra cosa: sobrecarga de agendas, falta de personal técnico especializado, aparatos obsoletos o averiados, y una evidente falta de coordinación en la planificación de citaciones.
La consecuencia es doble. Por un lado, se debilita el objetivo central de reducir la mortalidad asociada al cáncer de mama mediante el diagnóstico precoz. Por otro, se incrementa la ansiedad y el sentimiento de abandono entre las mujeres afectadas. El impacto psicológico y social de esta dejación institucional no es menor. La prevención se convierte así en una promesa vacía.
En paralelo, los profesionales sanitarios denuncian que no se trata de un problema aislado. Lo que ocurre con los cribados mamográficos es solo una cara más del deterioro estructural del sistema sanitario público andaluz. Infrafinanciación, listas de espera disparadas y un modelo de gestión que prioriza el discurso político sobre la atención efectiva están detrás de este fenómeno.
Las cifras lo reflejan. Andalucía, una de las comunidades con mayor población femenina en edad de riesgo, ha reducido su cobertura efectiva en los programas de detección precoz. Mientras la media estatal supera el 75% de mujeres citadas en tiempo, Andalucía no logra alcanzar ni el 60% en algunas provincias. Y eso, cuando hay datos disponibles, porque en muchos casos el seguimiento estadístico es opaco o inexistente.
Este incumplimiento no solo pone en jaque el futuro de muchas pacientes, sino que representa una ruptura en el contrato de confianza entre la ciudadanía y su sistema de salud. El cribado de cáncer de mama no es una cortesía del Estado: es un derecho sanitario, reconocido en los planes de salud pública autonómicos y estatales.
Antes de la pandemia de COVID-19, el programa de cribado funcionaba con relativa normalidad, permitiendo detectar miles de casos de forma precoz cada año. Sin embargo, la crisis sanitaria y el colapso de los servicios no urgentes marcaron un antes y un después. A pesar de que muchas comunidades autónomas lograron recuperar los niveles de actividad previos, Andalucía no ha seguido ese ritmo. En lugar de reforzar plantillas o actualizar equipamientos, se han mantenido inercias que ahora pasan factura.
Hoy, la falta de acción concreta frente a este problema es ya parte de la crisis. No hablamos solo de cifras, sino de vidas. Mujeres andaluzas que podrían haber recibido tratamiento en fases iniciales ahora lo harán tarde. Como sociedad, tenemos la responsabilidad de exigir que el derecho a la prevención no sea un privilegio, sino una garantía real. La detección precoz del cáncer de mama no puede depender del azar ni de promesas incumplidas. Requiere compromiso, inversión y respeto hacia las personas.